Es extrañamente irónico que alguien a quien le gustaban tanto las bromas se muera el día de los Santos Inocentes. Bueno, tal vez no sea tan irónico como yo pienso, a fin de cuentas cada uno se muere cuando quiere o cuando le dejan. En este caso no se si Abuelo acabó por rendirse o es que ya no pudo más. Ahora, la verdad, me importa más bien poco.
Desde que tengo uso de razón lo recuerdo enfermo. Llevaba 20 años luchando contra algo que, sabíamos, no tenía solución. Pero él estaba siempre ahí, al pie del cañón y cuando parecía que la vida no podía darle una hostia más fuerte salía al paso casi airoso. Lo planteaba siempre como una guerra, cuando finalmente se quedó en silla de ruedas era porque en todas las batallas había bajas.
Rarísimo empezar el año sin él. Más que nada porque siempre lo empezábamos juntos. Todas las noche vieja yo preparaba las uvas para los dos, sin piel ni pepitas, que nos daba mucho asco y nos hacía atragantar. Nunca le gustaban mis vestidos pero me decía que estaba guapa y, cuando volvía de fiesta al mediodía siguiente siempre le traía a casa un regalo absurdo. El día uno de enero era su santo, que compartía con Fraga y Escobar, gente que le caía extrañamente bien. Abuelo sabía que su regalo iba a ser una gran mierda, hablando mal y claro, pero aun así lo esperaba. Desde una docena de churros a una flor de los chinos, pasando por un gorro de Papa Noel con un luminoso del año en cuestión. Cualquier cosa me valía porque sabía que cualquier cosa iba a sorprenderle. Y él siempre decía, pero esto que mierda es! pero le hacía gracia. Nunca los guardaba, pero se acordaba de todos.
Increíble ver toda la gente que le apreciaba. Nunca había saludado a tantas personas en dos días, nunca había escuchado tantos lo siento juntos y nunca había visto tantos coches junto a la iglesia del pueblo. La iglesia es mínima, por eso estaba llena, pero mucha gente se quedó en la calle, aguardó en el cementerio para darle el último adiós.
Casi te llena de orgullo ver que tanta gente lo quería, pero por otra parte da mucha lastima que esperaran a demostrárselo cuando ya no pudo apreciarlo. Bueno, mi abuela cree que sí, que nos ve desde algún lado pero, permitirme ser un poco más escéptica. Lo realmente abrumador de todo esto de la fe es que te da una fuerza inusual en estos momentos de desconsuelo. Casi me da pena no tenerla. Pero, bueno, mientras abuela reza yo peino ponys.
Al final lo más raro de todo es que la frase que mejor resume todo esto de la muerte la dijo uno de sus hermanos en un ataque de no se si pena o rabia. Me dijo; nena, hay que irse porque aqui no cabemos todos pero cuando te toca cerca, como jode. Y es cierto, es ley de vida, pero hostias como jode.
viernes, 2 de enero de 2009
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2 comentarios:
Vaya... lo siento :( Por lo menos sabes que, si era una persona tan querida, no va a ser olvidado...
Gracias Anahí.
Un beso.
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